Drunna

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lunes, 20 de julio de 2009

BAR SWINGER

Llegamos ella y yo, a un bar swinger en la zona rosa, dispuesto a todo. Ella vestía un pantalón que le dejaba ver su hermoso trasero y una discreta blusa que dejaba a la imaginación su sensual busto, con un ligero toque de labial en sus riquísimos labios.


Al sentarnos en una mesa que se encontraba alrededor de la pista, nos percatamos que enfrente de nosotros se encontraba otra pareja, él de 40 años, alto, cabello castaño claro, delgado; ella de mediana estatura, a primera vista atractiva, el cabello pintado de rubio. Nos quedamos viendo pero ninguno de las dos parejas se atrevió a romper el hielo.

Al transcurrir el tiempo, y algunas copas, las cuales nos hicieron desinhibirnos, decidimos subirnos al cuarto oscuro. Ahí nos percatamos de que había dos o tres parejas besándose y acariciándose. Nos sentamos en un diván, fue entonces que ella se agacho me bajo el cierre del pantalón, me desabrocho el cinturón y el mismo pantalón, me bajo la ropa interior y me empezó a hacer un excitante amor oral (como dicen los gringos un blow job). Mientras que las demás parejas seguían en sus respectivas actividades.



Cuando la bestia ya se había despertado fue el momento de que nos desvestimos y quedamos completamente desnudos, ella se acostó sobre el diván, yo encima de ella, le abrí las piernas, me coloque en medio de ella y empecé a penetrarla poco a poco; ella me miraba con unos ojos llenos de malicia, picardía y morbo. Termine de penetrarla completamente y en eso recordé que estábamos en medio de un cuarto semi oscuro en un bar swinger, por lo que me percate que las tres parejas que se encontraban en el lugar habían dejado de hacer lo que estaban haciendo y empezaron a observarnos.


En ese momento, ella me recordó que me estaba esperando, que estaba esperando las embestidas a las que la he acostumbrado, por lo que me acerque a ella, ya que estaba sobre mis rodillas, y comencé a acariciarla, a tocar sus senos y besarlos, a moverme poco a poco, despacio, disfrutando el momento, introduciéndome poco a poco. Sin dejarle tiempo a que piense lo que estamos haciendo.


Ella se abraza a mi espalda, cual naufrago a punto de ahogarse. Me clava las uñas y me deja su boca a mi disposición, la cual beso e invado con mi lengua; mi lengua hurga entre sus dientes, sus labios, toca su paladar; mientras con mi mano derecha ubicada arriba de su nuca, alzo su cabeza para que mi lengua llegue lo más profundo de su boca y sienta que también la penetro por ahí.


Al mismo tiempo estoy realizando movimientos con mi cadera. Entra y sale mi bestia, la cual esta a su máximo esplendor. Su ranura, cada vez que sale la bestia, intenta detenerla y, cuando regresa, se abre para darle la bienvenida. Húmeda y calida la ranura. Su hendidura. Sus labios me recuerdan a su hendidura.


Ella alza las piernas, busca que entre más mi bestia en ella, en eso, empieza a temblarle las piernas; se agarra de mi espalda y me muerde el hombro y, empieza a agonizar, siente que se va y su hendidura empieza a palpitar, sale el jugo de ahí, el sensual y provocativo jugo. Cuando termina su agonía, recordamos que estamos en un cuarto oscuro y volteamos a ver a los que desde un principio se encontraban ahí, pero no vemos a nadie. Ninguna persona se quedo en el cuarto.

Nos vestimos y bajamos al bar, a continuar con la convivencia. Y nos encontramos nuevamente enfrente de nosotros con al pareja inicial. Saludamos y ellos nos sonrieron. Había empezado el espectáculo, el maestro de ceremonias presentaba a una atractiva mujer quién en una forma sensual se desnudaba enfrente de la concurrencia; después de ella, presentó a un hombre musculoso quien también en forma de baile se desnudaba; el tercer acto es que la pareja tuvo relaciones sexuales enfrente del público y antes de que terminara él, se levantaron y pasaron a cada mesa con cada pareja a hacer un pequeño intercambio.

En ese momento, y al beber otras copas, decidimos subir nuevamente, al entrar al cuarto oscuro nos percatamos que lo teníamos para nosotros solos, así que nos apoderamos nuevamente del diván, nos desnudamos y empezamos nuevamente con nuestro ritual. Al verla desnuda empecé a tocar sus senos, a besarlos y chupar sus hermosos y eróticos pezones. Los cuales empezaron a ponerse duros, al verle la cara la encontré mirándome de una forma lujuriosa y con la lengua entre los dientes, señal que me indica que ya su cavidad se encuentra en proceso de humedecerse, por lo que junte mis labios con los suyos, sus carnosos y sensuales labios y nos entregamos en un profundo e invasor beso, en donde nuestras lenguas buscaban invadir la cavidad del compañero.

Mientras tanto, su mano traviesa empezó a acariciar mi miembro, buscaba ávidamente despertar a la bestia, lo cual no costo mucho trabajo. En ese momento la acosté en el diván nuevamente, me coloque encima de ella y empecé a penetrarla, ahora sin consideración, recordando que no había nadie en el cuarto y que todos estaban viendo el show, teníamos el momento para nosotros solos.

Al empezar a penetrar su erótica cavidad, sentía como ella se agarraba de mi espalda y cuello, por cada centímetro que penetraba, sentía como su aliento se iba cortando y sus uñas y dientes clavando en mi piel.

Al penetrarla completamente, salió un ruido de su boca, casi gutural, casi animal. Comencé con el movimiento y, habrá sido por las copas, por el espectáculo, por el morbo de hacerlo en un cuarto oscuro de un bar swinger o la combinación de todo lo anterior, terminó de una forma excitante, su mirada se perdía en el espacio, su lengua entre los dientes, sus piernas comenzaban a temblar y su cuerpo se retorcía y se calentaba en segundos. Al venir ese orgasmo tan profundo decidimos detenernos para continuar con la velada. Al levantarnos nos percatamos de que se encontraba la pareja de la mesa de enfrente haciendo el amor al otro extremo de la habitación, ella acostada en un sillón, él parado moviéndose. Observamos que ni siquiera él se había bajado los pantalones, únicamente los tenía desabrochados y ella se había subido la falda. Nos quedamos observando y nos dio pena la entrega de los dos para el acto sublime del amor.


Nos vestimos lo más callados que pudimos y bajamos al bar a continuar con la velada. El show ya había acabado y las parejas se encontraban bailando unas con otras. Terminamos nuestras bebidas que nos estaban esperando y volvimos a subir al cuarto para terminar la velada esa noche.

Al entrar al cuarto oscuro, nos dimos cuenta que varías parejas se encontraban haciéndolo, sobre todo la mujer de la mesa de enfrente, pero ahora con otra persona. Ella, mi pareja, me atrajo la atención cuando me bajo los pantalones y empezó a besar y succionar a mi miembro. Se lo metía todo a la boca, por lo que, poco a poco iba despertando mi aparato. En eso una pareja se sentó a un lado de nosotros, quienes ya nos encontrábamos desnudos, al vernos como ella me lo succionaba, mejor se pasaron al sillón de enfrente para observarnos mejor. Cuando la bestia ya estaba lista, la levante y la puse encima de mi, sentada sobre mis piernas, dejando que ella se empalara sola, buscando la doble penetración de alguien que en su momento se hubiera atrevido, lo que simplemente no sucedió.

Ella se movía rápidamente de arriba hacia abajo, buscando que mi bestia penetrara cada vez más en sus entrañas, en su cavidad. Mientras tanto, yo besaba y succionaba sus hermosos pechos y pezones. Ella al moverse más rápido llego a su último orgasmo del lugar, se recargo sobre mi hombro y pidió que ya nos fuéramos del lugar para poder estar solos.


Al empezar a incorporarnos nos dimos cuenta que se encontraban varias parejas, quienes únicamente se dedicaron a observarnos; en ese momento mi pareja me comentó que deberíamos cobrar la sesión para la siguiente visita, lo que no me pareció descabellado. Nos vestimos, bajamos, pedimos la cuenta, pagamos y salimos del lugar, buscando otro en donde estuviéramos solos y así poder descargar a la bestia, la cual ya tenía un ligero dolor en los testículos.

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