Se corrió al tercer lengüetazo y, en su delirio, levantaba las piernas al aire, hacía entrechocar los hermosos tacones de sus zapatos, alzaba el culo para facilitar a su lamedor el buen uso de la lengua, que asaeteaba el clítoris... Lo de entrechocar los tacones de los zapatos lo había heredado de su madre, a la que yo sólo jodía de día, tanto en el coño como en el culo o en la boca, para excitarme con aquello que mejor tenía: las piernas y los pies, y siempre le pdeía que entrechocara los tacone, porque aquella evocación del andar femenino me la ponía tiesa...
(Retif dela Bretonne: "La Antijustina")
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