Drunna

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miércoles, 27 de enero de 2010

El Monte de Venus


- Tengo demasiada carne en el vientre -dijo, y añadió -: Sé que tu no apruebas las uñas de los pies pintadas... pero a mi me gustan.


Las llevaba pintadas de rojo. Pero lo que me asombró y conmovió más fue que no sólo sus miembros eran perfectas columnas, sino que todo lo que entre ellos había era también impresionantemente bello, con un valor estético ideal que yo nunca había visto. El monte de Venus era de una femineidad clásica: redondo y suave y mullido; el vello, aunque no del todo dorado, era rubio y rizado y suave; y los pórticos de un rosa tierno e intenso como los pétalos de una flor carnosa. Y estaba haciendo su femeina tarea de facilitar las cosas al visitante con una dulce y delicada profusión que demostraba que me había equivocado por completo con ella al sospechar, como lo había hecho a veces, que era insensible a las caricias.



(Edmund Wilson: "La princesa del cabello de oro")

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